Este pequeño baile improvisado arranca la primera sonrisa de mi boca y el día ha cambiado por completo. No estoy disgustado por el brusco despertar, ni tampoco por el frío que me hace temblar. Hace mucho tiempo que esas cosas me dejaron de importar y ahora busco la importancia en los pequeños detalles, y ¿qué hay más pequeño y armonioso que los copos de nieve al caer?
Durante diez minutos dejó de pensar en obligaciones, horarios, preocupaciones y todo lo demás; es una grata sensación dejar por un rato que nuestros ojos se deleiten con los pequeños detalles. Recuerdo que la última vez que nevó estaba paseando por Madrid con una amiga y recuerdo nuestra expresión de asombro al alzar la vista, y ver que en nuestros abrigos se posaban pequeños copos blancos de nieve. Como si dos críos volviéramos a ser, empezamos a saltar, reír y jugar, ¿acaso está mal volver a ser niños en un mundo de adultos?
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Belleza silenciosa... |